Castilla y León: ¿un caso aparte?
Resulta sorprendente
que Castilla y León, una de las comunidades autónomas españolas con menor
densidad de población y con mayor escasez de recursos, se sitúe año tras año a
la cabeza del informe PISA a nivel nacional y en puestos elevados a nivel
internacional (superando a países como Corea del Sur, Reino Unido, Alemania o
Noruega), muy alejados de los puestos logrados por otras comunidades similares,
tradicionalmente “menos ricas”, como Andalucía, Canarias o Extremadura, siempre
a la cola a nivel nacional. Podríamos preguntarnos por qué los alumnos de
Castilla y León logran situarse a la cabeza en un entorno que poco debería
incitar a pensarlo: contamos con menos dinero, recursos y oportunidades de
empleo, y, sin embargo, superamos a otras comunidades, como Madrid o Cataluña.
No hay duda de que,
tradicionalmente, la escuela ha tenido un peso importante en nuestra comunidad:
cada pueblo, o casi cada pueblo, contaba con su escuela para educar, aunque
fuera mínimamente, a los pequeños, educación que podía servir para que el niño
ascendiera en la escala social. Cada año suelen cerrar un par de colegios en
pequeñas poblaciones rurales, que siguen sufriendo el drama de la despoblación,
cierre que siempre se vive como un problema y como el fin de una fuente de
oportunidades para el desarrollo del núcleo rural. Esta escuela rural tiene
otra virtud: el menor número de alumnos por clase facilita una mayor
implicación del profesor, permitiendo una personalización en los estudios y un
mayor tiempo de atención para cada alumno.
Por otro lado, los
núcleos urbanos han reforzado el ámbito docente con ambiciosos programas de bilingüismo
(521 centros escolares el año pasado), en busca de evitar el fracaso escolar y que
permiten abaratar la adquisición de los libros de texto a través de programas
de intercambio y bancos de libros como Releo. A todo esto se puede sumar una
posible tradición de respeto al profesorado y una mayor exigencia en los
estudios por parte de las familias y de los mismos alumnos, así como una mayor
implicación por parte de los padres en la vida escolar de sus hijos (AMPA y
demás asociaciones que permiten la comunicación entre ambos focos de enseñanza
-la familia y la escuela-, tan importante para la motivación del estudiante y
que ya vimos en el post anterior). Además, otra razón, quizá de menos peso pero
también interesante, es que al no vivir en una comunidad tradicionalmente
nacionalista, existen pocas disonancias entre el Ministerio de Educación y la
Junta de Castilla y León, lo que facilita un trabajo cooperativo.
Castilla y León, con
todas estas características, ha logrado situarse a la cabeza y consolidarse como
un referente en la educación (la misma OCDE ha invitado a la comunidad a
enseñar su modelo de educación en otros países como Colombia). Sería una buena
idea por parte de otras comunidades un mayor acercamiento a nuestro
planteamiento: si hay algo que hacemos bien, debemos estar orgullosos de ello.
Algunos datos e ideas
han sido extraídas de los artículos “Colegios e institutos con bajos resultados
reabren las aulas con planes de mejora”, de El
Norte de Castilla (05/09/2017) y “¿Por qué sale tan bien Castilla y León en
el informe PISA?” de El Mundo (07/12/2016)
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