¡Nos vemos en el 2030!
Hoy toca escribir el último post
de este blog. Como todo lo que empieza en algún momento debe acabar, esta
semana pasada hemos terminado las clases del módulo genérico del Máster. Para
concluir esta actividad, se nos ha pedido que hagamos una pequeña reflexión, a
modo de despedida, de cómo creemos que será la educación en el 2030, año aún
muy lejano, pero que, como todo, terminará llegando.
No tengo una bola de cristal ni
una máquina del tiempo, así que, si ya es difícil hablar de la educación de hoy
en día y de todos los cambios tecnológicos que estamos viviendo, creo que es
casi imposible intentar averiguar el futuro y acertar en las predicciones. Lo
que está claro es que la deriva tecnológica en la que nos hemos sumergido
durará aún alguna década más: olas de inventos y de novedosos aparatos nos traerán
todo lo que ahora creemos impensable y pensamos increíble, chips para aprender
idiomas, profesores-hologramas y viajes interespaciales. Aunque pueda abrumar
tanta novedad, no creo que haya que temer este salto casi dimensional, aunque sí
habría que tener en cuenta varios temas: como todo lo que se ha inventado de la
nada, será muy importante conocer los beneficios y los riesgos y hacer y
enseñar a hacer un uso de ello responsable; también será necesario no quedarse
desfasado, renovarse continuamente, vivir en el presente más que nunca e ir
incorporando todas las actualizaciones que, aunque nos suenen demasiado
novedosas, serán la vida cotidiana de las futuras generaciones; otra cosa muy
importante sería no perder la memoria, saber y enseñar de dónde venimos,
conocer el eslabón al que estamos enganchados, no dejar que el presente más
absoluto nos empañe la visión del pasado; por último, también querría resaltar
la enseñanza en valores, que no debería cambiar con el cambio de los años y que
nos hace seguir teniendo la idea de que la escuela nos hace mejores
estudiantes, mejores ciudadanos y, sobre todo, mejores personas.
Por lo demás, no espero que vaya
a haber cambios increíbles ni coches voladores (es un tópico, lo sé) de aquí a
doce años, o quizá sí, pero creo que no romperán nada de lo que hemos venido
siendo como sociedad en los últimos siglos. Puede que me haya equivocado
completamente en mi valoración, pero, como he dicho, no tengo ninguna bola de
cristal. Tendré que esperar a gritar ¡feliz 2030! para poder revisar este post
y darme cuenta de las barbaridades que escribí y los aciertos que dejé caer.
Ha sido un placer compartir mis
ideas durante estos dos meses con todos. Sé que aún es un poco pronto, pero
como en los supermercados ya empiezo a ver el turrón expuesto, me despido de la
forma más alegre posible, ¡feliz Navidad!
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