El espacio de todos
En la entrada de hoy volvemos a
abordar un tema fundamental dentro del aula que, además, está relacionado con
muchos de los ya tratado en entradas anteriores: la convivencia. Un aula es un
espacio en el que se establece una relación entre un grupo de alumnos y una
serie de profesores. Esta relación es jerárquica, es decir, que el profesor se
sitúa por encima de los alumnos, pues debe guiarlos por el camino del
conocimiento y la educación. Esta jerarquía debe ser incuestionable pero
también aceptada por todas las partes, porque, de lo contrario, se derivaría en
un desequilibrio que traería futuros problemas de convivencia. Estas
situaciones conflictivas tienen difícil solución, y cada caso es un mundo, por
lo que no vendría de más poner el foco en la causa y en cómo prevenirlas:
Lo principal que un profesor
debería inculcar en el alumno es respetar el aula y entender el espacio físico
como un lugar de convivencia que también le pertenece a él, involucrarle en su
propio proceso educativo, hacerse sentir partícipe. Un alumno que se sienta
como propio el aula es más fácil que lo respete.
Otra idea que debería aprender el
alumno es que todo lo que sucede en el transcurso de las horas lectivas
influye, en mayor o menos medida, en su propio rendimiento académico. Es lógico
que un adolescente se sienta desganado ante el horario poco menos que
esclavista al que tiene que someterse año sí y año también durante la
secundaria, por lo que hacerle ver que los problemas de convivencia solo
empeoran ese largo recorrido que debe andar también ayudaría a fomentar un buen
clima dentro de las clases.
Cualquier tema que esté
relacionado con el odio hacia el otro debe ser tratado, ya sea mediante
charlas, debates o actividades grupales. Para que haya un buen ambiente dentro
del aula y se fomente la participación y la colaboración (que luego mejorará
los resultados académicos del propio alumno), es fundamental que no se permita
y que se trate desde un primer momento cualquier asunto relacionado con el
racismo, el machismo, la homofobia y demás.
Evitar los problemas de
convivencia es, una vez más, y como vengo repitiendo casi desde la primera
entrada, un asunto de todos, en el que nadie, o casi nadie, debería escurrir el
bulto. No podemos exigir compromiso al alumno sin que haya compromiso por parte
de los profesores, de los tutores y del equipo directivo del centro. Una vez
más, ¡juntos llegamos más lejos!
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